La periodista María Seoane regresó del exilio en 1984 y poco tiempo después decidió contar la historia de La Noche de los Lápices a través de un libro que luego se transformó en una película y fue uno de los primeros testimonios políticos sobre la brutalidad de la dictadura cívico militar de 1976.

La periodista y escritora María Seoane, coautora junto a Héctor Ruiz Núñez del libro La Noche de Los Lápices, aseguró que esa obra, en la cual se narraban los crímenes de terrorismo de Estado perpetrados contra un grupo de estudiantes secundarios de La Plata, fue escrita desde “el compromiso de contar la historia de una generación” que abrazó la militancia en los años ‘70.

“El libro es el resultado de un compromiso interno muy fuerte que asumí de contar la historia de una generación que era la mía, y que no pudo sustraerse al uso de la violencia como método de acción política porque era algo instalado desde hace mucho tiempo en la sociedad argentina”, señaló Seone.

A 45 años (el 16 de septiembre de 1976) del secuestro, torturas y desapariciones forzadas padecidas por un grupo de estudiantes que habían reclamado por la instalación del boleto estudiantil en La Plata y a 35 de la publicación del libro y el estreno de la película que contaron esos hechos, la autora aseguró que esa fue “la primera historia que quiso contar” cuando volvió del exilio en 1984 tras el final de la última dictadura cívico militar.

"Cuando salí al exilio en julio de 1977, no podía soportar la normalidad con la cual la sociedad tomaba lo que estaba pasando en esa Argentina golpeada por esa tragedia de la represión ilegal y los desaparecidos. Decidí que debía contar la verdad de lo que había pasado”, recordó la periodista.

Así fue como a poco de retornar del exterior, en una fría noche de agosto de 1984, Seoane se encontró en La Plata con una historia que debía ser contada y que condensaba la tragedia que Argentina había vivido en los años de la dictadura militar.

"Había ido a La Plata a ver un documental sobre desaparecidos. Era un sábado, a la noche, y hacía frío. Me invitó una amiga mía, María Aleye, que había estado conmigo en el exilio y tenía un hermano desaparecido. Su madre era Adelina Dematti de Alaye, una Madre de Plaza de Mayo. Una señora dijo que en esos días estaría ‘ocupada por el asunto de La Noche de los Lápices y eso me llamó la atención", relató la periodista.

La mujer que había pronunciado esa denominación tan llamativa no era otra que Nelva Falcone, madre de Claudia Falcone, una de los estudiantes secundarios desaparecidos en La Plata en septiembre de 1976.

“Intenté buscarla, pero no la encontré. Averigüé su teléfono, la llamé y nos vimos un domingo en La Plata. Decidí que iba a contar lo que había pasado y quedé para una reunión con Nelva que al final no pudo hacerse. Justo por esos días entré a trabajar en la revista “El Periodista”, y en medio de toda esa reinstalación y revinculación laboral, esa cita con Nelva se me olvidó”, continuó.

Seoane indicó que en esa publicación de editorial La Urraca, que también editaba la emblemática revista Humor, se había formado un equipo periodístico que también integraban Horacio Verbitsky y José Antonio Díaz para cubrir el Juicio a las Juntas, que comenzó en abril de 1985.

El 9 de mayo de ese año, en una de las audiencias de ese histórico proceso judicial, declaró Pablo Díaz, sobreviviente de la “Noche de los Lápices” que narró ante los jueces de la Cámara Federal el calvario padecido junto a sus compañeros en los centros clandestinos de detención ilegal conocidos como “Pozo de Arana” y “Pozo de Banfield”.

“La declaración de Pablo se extendió por horas. Tuvo que hacerse en dos partes y cuando terminó él estaba muy afectado por todo lo que había revivido. A mí se me vino encima todo lo que me habían contado hace un año sobre la Noche de los Lápices y decidí retomar esos hechos”, aseguró.

En el intervalo de la declaración, Seoane se encontró con el abogado Eduardo Luis Duhalde, que acababa de fundar la editorial Contrapunto y se aprestaba a publicar el libro “Ezeiza” de Verbitsky, que analizaba la trama de la masacre perpetrada en 20 de junio de 1973, el día que Juan Domingo Perón volvió a Argentina, y que el segundo trabajo que se aprestaba a difundir era “La Noche de los Lápices”.

“Le pregunté quién iba a escribirlo y Eduardo me dijo que sería yo la encargada de hacerlo. Al terminar de declarar, se le acercaron un montón de periodistas. En medio de todo ese arremolinamiento, me arrimé a Pablo, le dije que no quería molestarlo y le di mi tarjeta", detalló.

Diez días después, Díaz llamó a Seoane a la redacción del Periodista y le dijo que lo habían llamado muchos colegas pero que iba a hablar con ella porque era ‘la única’ que se había preocupado por cómo había quedado afectado tras su declaración en el juicio.

“Me contacté con Héctor Ruiz Núñez (fallecido en 2012) que trabajaba en El Periodista y quedamos en que me ocuparía de las historias de los chicos, sus familiares y él se dedicaría a conseguir la información vinculada con el aparato represivo”, repasó.

En enero de 1986, con la investigación casi concluida, el cineasta Héctor Olivera les comunicó a Seoane y Ruiz Núñez su intención de llevar la historia al cine. El libro se publicó en julio de 1986 y el filme se estrenó en septiembre de ese mismo año.

“Terminamos de escribir el libro un 7 de junio, en el Día del Periodista. Era una historia que me costó dejar, no podía. Sentía que si dejaba de escribir sobre los chicos, ellos iban a desaparecer de nuevo”, revivió.

En julio se realizó la presentación del libro y fue multitudinaria, con casi tres mil personas que colmaron el Centro Cultural San Martín en medio del clima de efervescencia política que signaba aquellos años, los de la “Primavera alfonsinista”.

“Hubo mucha gente ese día, la verdad que no me esperaba esa repercusión. Le habíamos dicho a Charly García si quería asistir a la presentación y al final no pudo, pero lo mandó a Fito Páez que cantó al final Vengo a Ofrecer mi Corazón”, agregó.

Seoane evocó que por esos años, con los organismos de derechos humanos abocados en la lucha por “aparición con vida” costó mucho hablar de la identidad política de esos estudiantes secundarios, que militaban en la UES, y que si bien no participaron de la lucha armada, formaban parte de una agrupación de superficie alineada con la organización Montoneros.

“Resultó difícil hablar de eso en el libro en ese momento, cuando estaba intacto el aparato represivo y los autores de esos hechos estaban activos. Había elementos que trataban siempre de tirarnos ‘carne podrida’, de confundirnos con datos falsos. El propio jefe de Ejército, Héctor Ríos Ereñú, (condenado años más tarde por delitos de lesa humanidad) dijo que nuestro trabajo ‘estaba sacado de contexto’ como una forma de justificar la masacre”, observó.

“La Noche de los Lápices” es reconocida como un antecedente en la historia argentina. El 16 de septiembre es conmemorada como el Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios. Hay una Escuela que lleva el nombre de Claudia Falcone y los centros de estudiantes reivindican a esos jóvenes. A mí, es una historia que me sigue conmoviendo”, subrayó.

Télam


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