“Nosotros, en teoría, tendríamos 2.100.000 dosis que todavía no fueron aplicadas --explica un funcionario del Ministerio de Salud bonaerense--. En ese cálculo, hay un atraso del Monitor del Ministerio de Salud. Ya aplicamos 300 mil más. Entre domingo y lunes se enviaron 1.200.000 citaciones para segundas dosis que se aplicarán en los próximos días. Es evidente que no podemos citar sin tener las vacunas ya en los vacunatorios. Hay algún problema en el transporte o en lo que fuera y la gente se enojaría con razón porque llega al vacunatorio y no están las vacunas. Pero, además, la vacunación para mayores de 18 años es libre y se aplica en los vacunatorios, en las estaciones de trenes y en colectivos que andan por los barrios, casa por casa. Son unas 25 mil personas más que se vacunan por día y a todas esas postas tenemos asignadas un total de 650 mil vacunas. Desde ya que tenemos que tener un sobrante en todos esos puestos por si llega más gente. Entonces, la realidad no es que las vacunas están en heladeras, sino que se están aplicando. Al mismo tiempo, no se puede enviar vacunas todos los días a un vacunatorio ubicado, por ejemplo, en un barrio de Moreno, lejos del centro. Se le manda una o dos veces por semana. Decir que las vacunas están en una heladera es no conocer como es esta monumental campaña de vacunación”. Desde el aeropuerto de Ezeiza, la ministra de Salud, Carla Vizzotti, fue contundente: "Es falso decir que las vacunas están en heladeras".

¿Un fracaso del sistema?
La explicación surgió a raíz de la crítica del inmunólogo Eduardo López quien hasta arriesgó una calificación: “es un fracaso del sistema”, dijo. Un hecho contundente que desmiente sus afirmaciones es que todos los distritos del país tienen porcentajes de aplicación bastante parecidos: entre un 10 y un 15 por ciento de las vacunas recibidas, todavía no fueron aplicadas. Sucede en las provincias que maneja el Frente de Todos, Juntos por el Cambio o fuerzas locales. Si hubiera una cuestión de ineficiencia, se verían índices distintos en las distintas provincias, pero las diferencias parecen más bien deberse a distancias, complicaciones del terreno, conglomerados urbanos chicos.

Provincia de Buenos Aires tiene el 12 por ciento de las dosis sin aplicar, Jujuy el 13 por ciento; Mendoza el 13 por ciento. Córdoba y Santa Fé están cerca del ocho por ciento, pero con ciudades grandes. CABA merece un párrafo especial porque figura en el Monitor como habiendo aplicado más vacunas de las que recibió. Eso es porque se cuentan en CABA como aplicadas las vacunas que se distribuyen a partir del Centro Kirchner, la Universidad de Buenos Aires y el PAMI. Es evidente que si CABA tuviera aplicado el 99 por ciento de lo recibido, estaría en falta, porque no tendria vacunas para aplicar mañana. Los números porteños que figuran en el Monitor son, como mínimo, oscuros, aunque es obvio que resulta más fácil vacunar en una ciudad en que las distancias son en cuadras y no en kilómetros.

El ritmo de vacunación
La otra evidencia en contra de la teoría de la heladera es que la Argentina está aplicando cerca de 400 mil dosis por día, el 1 por ciento de la población en cada jornada. La Provincia de Buenos Aires, por ejemplo, siempre está cerca de las 200 mil dosis por día, más del 1 por ciento. También CABA, 30 mil por día, el mismo porcentaje respecto de los 3 millones de porteños. Y ese porcentaje es similar o superior incluso al de los mejores momentos de las campañas de vacunación de Estados Unidos o de Europa.

Las proporciones entre vacunas distribuidas y aplicadas parece evidenciar un ritmo de circulación en el que cada paso lleva horas y días. Por ejemplo, cuando llega un embarque, hay que hacer el trámite aduanero, verificar que no se haya cortado la cadena de frío, que la partida está en condiciones y otros trámites de esa naturaleza. Pero después hay que dividir lo que llegó para enviar a los distritos y, por supuesto, hacerlo llegar a las provincias, algunas de ellas muy alejadas. Esta parte del proceso, que ocurre antes de la distribución, lleva dos días aproximadamente.

Cuando las partidas llegan a las provincias sucede lo mismo.

Deben chequear que lo recibido es lo correcto, en cantidades, en estado de las vacunas y conservación del frio.

Esos distritos tienen que dividir lo que llegó para enviar a los distintos vacunatorios y, sobre todo, es imprescindible que las vacunas estén en los vacunatorios antes de mandar las citaciones, porque de lo contrario se les hace perder un día de trabajo o de estudio a los ciudadanos, además de un lógico y razonable enojo si llegan al vacunatorio y no hay vacunas.

Como explicó el funcionario bonaerense citado, tampoco es posible hacer una provisión diaria a vacunatorios que están a cierta distancia. Es una cuestión también de costos. De manera que se le envía una o dos veces por semana, lo que significa que existen vacunas en stock durante varios días. La Argentina, por supuesto, no es como CABA, un ámbito urbanizado, accesible, de muy pocos kilómetros.

Finalmente está la pregunta que se hacen distintos funcionarios: ¿a quién puede interesarle tener vacunas guardadas? Sucede todo lo contrario. En la Argentina no ocurre, ni remotamente, que haya personas que no se quieren vacunar ni existe una especie de meseta en la vacunación, con un stock de dosis con las que no se sabe qué hacer. Lo que hay es ansiedad por vacunarse y ansiedad de los funcionarios por aplicarlas cuanto antes, incluso porque es bien visto políticamente.

Raúl Kollmann | Página 12


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