“Soy una persona que tengo mucho carácter pero frente a su violencia me quedaba mirando. Me cagaba a trompadas y ni siquiera le respondía. Me sentía culpable, él me hacía sentir culpable”, reflexiona Camila Álvarez mientras camina hacia la UFI Nº 8 de Violencia Familiar y de Género de Lanús a ratificar la denuncia contra su ex Matías Isaurralde. Lleva encima un botón antipánico y la Justicia dispuso una restricción de acercamiento luego de que ella lo denunciara el martes pasado en la Comisaría de la Mujer de Remedios de Escalada por violarla, golpearla, clavarle un cuchillo en la pierna y secuestrarla. Camila mira hacia atrás, pocos días atrás, y como a gran parte de las mujeres que pasan por una situación de violencia por motivos de género, le cuesta reconocerse: “Yo naturalizaba todo. Los golpes, que me hizo pelear con todos mis amigos, que le molestara que salga a tomar algo con mis primos, que siempre tuviera mi ubicación por el celular. Me decía que no podía estar tranquilo cuando yo salía y yo lo entendía”.

La violencia se intensificó durante los seis meses en que fueron pareja. Camila conoció a Isaurralde a través de unos amigos en común. Comenzaron a intercambiar mensajes por Instagram y al cabo de un mes se encontraron. “Desde que nos conocimos no nos separamos más. No vivíamos juntos pero era casi una convivencia”, cuenta a minutouno.com. Ella tenía 25 y una hija de 5 años, él 19 años. Al poco tiempo de estar, él empezó a revisarle el celular, a controlarla, a mirarle los mensajes. Después empezó a tirarle del pelo cada vez que se peleaban o apretarle fuerte la mano cuando ella decía algo que no a él no le gustaba. “Para mi era todo un juego”, dice ella y señala que a él le “empezó a molestarle que me junte con mis amigas. Me llenaba la cabeza, me decía que eran todas una putas y que me usaban por la plata”.

Para cuando llegó su quinto mes de relación él la había alejado de su entorno íntimo y monitoreaba cada paso que daba. Tenía el control sobre su celular, sus contraseña, acceso a todo. "Yo me iba a bañar y mis amigas me mandaban un mensaje y él los borraba. Entonces yo no veía nada. Me daba cuenta cuando ellas decían que les había clavado el visto y me mandaban las capturas. Cuando lo enfrentaba, él se mataba de risa y al toque ya venía y me abrazaba, me decía que me quería. Se lo tomaba como un chiste y yo lo entendía”, dijo.

A principios de marzo la pareja viajó con unos amigos de él a México. “Ahí empezó todo lo peor”, recuerda Camila. Durante el viaje él la maltrató verbalmente, la golpeó, le tiró del pelo y hasta le revoleó un vaso de un trago en la cara. El peor episodio lo vivió antes de volver a la Argentina. Un día antes se enojó porque le revisó el teléfono y vio que ella había hablando con el papá de su hija, quien se había quedado al cuidado de la nena. “Cuando salí del baño él estaba con mi celular y me decía que era una puta de mierda, que le mandaba mensajes a mi ex. Yo me estaba cambiando y me rompió la ropa interior, me empujó”, cuenta la joven. Isaurralde se llevó toda su plata, le rompió el celular, y desapreció su pasaporte, con el que debía viajar al día siguiente. Un amigo de él le contó después a Camila que entre la furia él lo prendió fuego. Pudo regresar al país gracias a que realizó un trámite en la embajada y le dieron un pasaporte provisorio. Cuando pisó Argentina, Camila se encontró que sus amigos y familiares habían difundido su imagen y contactado a varias personas porque pensaban que le había pasado algo en México. “Como me rompió el celular estuve incomunicada pero cuando volví les mentí a todos, él me obligó a decir que la pelea había sido un invento de mi ex y de una amiga”.

La relación continuó unos días hasta que ella en Semana Santa le pidió que se vaya de su casa, quería separarse. Esa misma noche, cuando estaba en un bar con sus amigos él apareció y le pidió regresaran. Como ella no accedió se llevó su cartera ella lo persiguió hasta su vehiculo. “Arrancó el auto y me llevó colgando.Logré sacarle las llaves el auto, se frenó me tiró la cartera y no estaba mi celular. Me lo volvió a romper. Era el segundo en menos de un mes”, relata.

Al cabo de unos días él regreso pacificado. Le escribió diciéndole que quería devolverle un dinero que le debía, y hablar para que "terminara todo bien". Ella con muchas dudas aceptó y él fue a su casa el pasado martes. Llegó con reclamos, volvió a quitarle el celular y entró en una escalada de violencia por la cual Camila temió por su vida. “Me empezó a pegar en la cabeza con todo, me agarró del cuello. Quedé inconsciente. Cuando me caí al piso agarró un cuchillo tramontina y me dijo: `Así te haces la desmayada, vas a ver como te levantás hija de puta´ y me lo clavó en la pierna”, cuenta. Con las pocas fuerzas que le quedaban ella le pidió que llame a su mamá y le prometió que no le contaría lo que había pasado. “Cuando me quise ir me sacó las llaves, me agarró del cuello y me llevó a la habitación. Me dijo ´vení que vos para lo único servís es para esto` y me obligó a tener relaciones con él. Me hizo marcas en el cuello. Después me tenía encerraba y contestaba los mensajes a mi familia y amigos como si fuera yo”, recuerda la joven. Por la tarde la obligó a ir al trabajo de la mamá de él. Ella estaba ensangrentada y con moretones. “Me dijo si no vas para el local de mi mamá esto va a terminar mal. Yo sabía que él estaba armado y tuve miedo entonces fui”. Recién cerca de las 20 pudo escaparse del horror, frente a una distracción del hombre le robó las lleves de su auto y se fue. Ese mismo día hizo la denuncia.

Luego de tres días Camila dice que hoy no tiene miedo y que está contenida. “Tengo mucha gente detrás, mis amigos y mi familia me apoyan”. Explica que decidió exponer su historia en Instagram para preservarse y para que todos conocieran realmente lo que ocurrió. Se encontró no sólo con muchos mensajes de apoyo sino también con dos de dos mujeres que decían que habían sido también víctimas de Isaurralde. “Hablé con la mamá de una chica, que es menor, que me contó que lo había denunciado por violencia de género también pero como él entonces era menor de edad no pasó nada”, asegura. La policía busca al hombre, que desapareció de su casa desde el martes. “No saben donde está por eso no lo detienen pero a mi me sigue mandando mensajes pidiéndome volver. Me manda fotos para aflojarme y me dice que no siga con esto que le estoy arruinando la vida”.

El temor más grande de Camila hoy es el día después : “Se que ahora no va a aparecer porque todos los ojos están sobre él pero temo que cuando baje un poco el tema intente contactarse conmigo y devolverme todo esto”.

Fuente: Minuto1


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